Al
acercarse la fecha de la elección, la repetición de las pautas políticas en TV,
la contaminación visual en la vía pública, y la reiteración de los mismos
jingles una y otra vez, alcanzan niveles de saturación mediática y el
consecuente hartazgo del público. A todo este ruido se le suma la parafernalia
y el movimiento de los militantes en las calles, cortando el tráfico con
caravanas de autos, molestando con los parlantes a todo volumen y ensuciando la
ciudad con listas, pegotines y pintadas.
Por
eso nos preguntamos, teniendo en cuenta que la mayoría de las veces todas estas
manifestaciones y repeticiones producen el efecto contrario en la gente, sin una
afición partidaria fuerte, que es el grueso del electorado, ¿por qué se siguen
utilizando estos métodos? ¿No sería mejor gastar menos, molestar menos,
ensuciar menos? ¿Dónde está la creatividad aplicada a los medios o soportes, y
no tanto al mensaje que de todas maneras es siempre más o menos el mismo?
El
gasto de la pauta televisiva crece de elección a elección. La publicidad
política se ha limitado a 50 días antes de la elección nacional para los medios
masivos, pero esto parece no ser suficiente o hasta puede resultar contraproducente,
porque se concentra toda la publicidad electoral en pocas semanas, produciendo
ese efecto tan desagradable de saturación y su resultante rechazo por parte del
público. También se ha planteado ir más allá y prohibir totalmente la tanda
política en televisión, por el gasto enorme que significa y lo relativo de su
efectividad para determinar el voto. Pero como los que tendrían que legislar
sobre esto son los mismos partidos, y ninguno se anima a dar el primer paso de
limitar su propia tanda por temor a quedar en offside y perder votos, lo más probable es que esta idea quede en
el papel y nunca se aplique.
Según
Ibope, y de acuerdo a cálculos realizados a partir de la cantidad de salidas de
los distintos spots televisivos, y de la duración de cada uno, llegamos a que
durante la semana del 6 al 12 de octubre, la cantidad de tiempo comprado por
los partidos políticos (básicamente Partido Nacional y Frente Amplio y algo de Partido
Colorado y PI) en los tres canales privados abiertos, suma un total aproximado
de 25 horas de aire, lo que se cotiza en unos 2 millones dólares en total
aproximadamente, sólo en una semana.
De
todo este tiempo y dinero, ¿qué nos queda a nosotros, los ciudadanos, para tomar
una decisión consciente e informada sobre a qué partido votar? ¿No sería mejor
que la televisión sirva más como un espacio de debate entre candidatos y de
programas periodísticos, que como un muestrario repetitivo de las mismas
publicidades? Pero los canales necesitan facturar y su poder en
la opinión pública es muy fuerte como para que los dirigentes políticos se
atrevan a hacer algo para cambiar esta situación.
Quizás
lo mejor sea hacerle caso a Bob, y limpiar las pintadas de los muros, porque los
eslóganes de la campaña no se soportan más, y no queremos seguir escuchando más discursos edulcorados desde un estrado:
No hay comentarios:
Publicar un comentario